Carlos Núñez, charla en Santiago

Oscar Otero

Un sábado por la mañana, en una tranquila cafetería de la zona vieja de Santiago de Compostela, tuve la suerte de poder charlar con uno de los grandes de la tipografía y el diseño de Galicia: Carlos Nuñez, padre del famoso gaitero y creador de la Gallaecia Castelo. Cada palabra, cada historia que contaba, escondía una impresionante sabiduría y conocimiento producto de su propia experiencia. A pesar de los años, "le Vieux", como se autodenomina, conserva su dinamismo y ganas de hacer cosas que ya le gustaría a muchos de los jóvenes diseñadores actuales. Este dinamismo hace que acuda a cualquier signo de vida que surja en Galicia o fuera de ella en temas de diseño y tipografía como en este caso, con el descubrimiento de letrag.


Estudié políticas en Moscú y en el año 65 vine a España. Aquí me surgieron muchos problemas: detenciones, cárceles y condenas que supusieron un paréntesis importante en mi vida profesional. Me marché para el exilio, volví en el 75 y en ese momento fundé Variografik, el primer estudio autónomo que se montó en Galicia ya que en aquel momento no había nada.

Un tiempo después apareció Permuy y vine a Santiago a conocerlo porque cuando veo a alguien por ahí que se mueve, que hace algo, voy a conocerlo y tener una relación, un contacto. Siempre es interesante y bueno. Por ejemplo, tengo muy buena relación con grafistas franceses de actualidad y cuando le hablas de Santiago de Compostela quedan impresionados. A alguno le he mentido diciéndole que era de Santiago en vez de Vigo y me trataron como un rey (risas).

Santiago de Compostela es una ciudad estratégicamente muy importante. Tuvo mucha importancia en la Edad Media y continúa teniendo importancia. Hoy en día pretende ser un centro cultural porque una institución pública así la montó, la canonizó y le metió una especie de embudo para convertirla en un centro que irradie cultura. Pero la cultura no es eso, la cultura es cada pueblo, cada esquina, cada lugar… Hay que practicar una política cultural descentralizada. El centralismo es muy malo pero si ese centralismo es autonómico, puede ser terrorífico.

Los pasos que se están dando hoy en día en Europa con las nuevas generaciones en el tema de la tipografía son muy importantes. Vuelve a estar de moda la caligrafía con pluma de ave, que es mucho más complicada que la pluma convencional. En Francia, en Bretaña y en esos países del norte hay muchas academias de caligrafía. Pero ninguno de esos tipógrafos o grafistas entendería nunca que no haya ninguna academia de caligrafía en Santiago. En Galicia no hay tradición tipográfica como puede haber, por ejemplo, en Cataluña.

Estoy creando un diccionario desde hace cuatro años sobre la tipografía histórica, la caligrafía gallega y europea, las artes gráficas y el diseño. Un diccionario de 11.000 entradas con la intención de recuperar esos nombres que se olvidan, que históricamente se van. Las nuevas tecnologías están sepultando todo esto, de tal modo que una generación de tipógrafos de plomo que aún vivan, no entran en este mundo digital porque se quedaron atrás y la juventud actual no entra en la tipografía de tipos móviles porque ya no se usan. ¿Que se está haciendo en Valencia o, sobre todo, en Barcelona? Están retomando viejas imprentas en locales pequeños, donde lo que hacen es imprimir pequeñas cosas en papel de tina, que es el papel hecho a mano, no de fábrica. Hacer este papel tiene un coste, claro, por eso es un producto de venta únicamente para instituciones públicas. Con este sistema cuesta mucho hacer tres cartas, pero las instituciones como la Generalitat de Catalunya están ayudando y esto está proliferando muchísimo. Aquí en Galicia para recuperar una máquina del siglo XVIII y poder crear un museo de artes gráficas, recuperar documentos antiguos o montar cualquier otra cosa hace falta un milagro.

Bajo mi punto de vista, existe un cierto paralelismo entre la tipografía gallega y la vasca, ya que las dos provienen de las piedras y se están recuperando formando parte de la identidad nacional. Pero mientras que en el País Vasco existe un gran número de familias creadas, e incluso el Ayuntamiento de Bilbao subvencionó la creación de un alfabeto vasco para la señalización de la ciudad, en Galicia el único proyecto serio que existe es su tipografía Gallaecia Castelo.
El origen de la letra vasca y la gallega no es el mismo. En estos momentos tenemos dos letras más que aún no las sacamos al mercado. Son letras autóctonas que recuperamos. Pero esto de las letras autóctonas es bastante complicado porque no se trata de coger un documento y reproducirlo como tal. Es necesario desmenuzar las letras, ver que tipo de ojo tienen, tipo de asta, ascendentes, descendentes… y estar día a día haciendo pruebas hasta llegar al resultado esperado. ¿Que ocurre aquí en Galicia? Ocurre que las mejores fuentes de inspiración y documentación están en las iglesias. Por ejemplo, el Museo Diocesano de Tui tiene una riqueza enorme de tipografía y caligrafía, pero allí no entra una cámara fotográfica, no te dejan ni mirar. Está prohibido, y además, actualmente está cerrado porque no es rentable, porque la iglesia no tiene dinero para pagar a una persona para que abra las puertas. Esto es algo vergonzoso. En el museo de la catedral hay multitud de cosas que no te dejan ver, solo te dejan ver lo superficial, lo menos importante. Estuve muchos años intentándolo pero no hubo manera. Cuando presenté la Gallaecia Castelo en Santiago para La Voz de Galicia denuncié este tema pero nadie me hizo caso. El periódico publicó su noticia pero de la denuncia no dijo nada. Si vas por ejemplo a cualquier iglesia evangélica de Irlanda o de otro país, te dejan ver los documentos y todo lo que tienen, a no ser que vean que eres hispano, y por lo tanto católico, que non te dejan tocar nada. Aún así, son instituciones mucho más abiertas al documentalismo que nuestras iglesias. ¿Que hacer ante este problema? Pues hay que inventar cosas, y entonces, lo más sencillo, lo que te dejan hacer es recorrer las piedras de los castillos, las tumbas y los museos porque esas no se pueden tapar. Vas sacando fotos a las letras y luego vas juntando: esta es la ‘E’ que se sacó de este sitio, este es la ‘E’ de aquel otro, otra de allí y así vas sacando todo. Pero es un trabajo de mucho tiempo y mucho esfuerzo porque una vez que tienes el abecedario hecho hay que escanearlo y trabajarlo. La Gallaecia Castelo se hizo en Amsterdam, donde hay verdaderos especialistas en ese tema. Una vez que haces la letra y la concibes para que tenga unas determinadas dimensiones, un determinado track, vienen los expertos tipógrafos y montan todo lo demás: las posibilidades vectoriales de la ‘a’ con la ‘b’, la ‘c’ con la ‘a’, la ‘e’ con la ‘i’... etcétera. Eso es muy, muy caro. El montaje de la letra Gallaecia costó cerca de tres millones de pesetas, y hoy este estudio ronda los cinco millones. Y no la dibujan, que eso tienes que hacerlo tu, es pasarla al soporte. También lo puedes hacer por 100.000 si quieres, pero claro, después sale como sale, y la ‘e’ tira hacia arriba y la ‘b’ hacia abajo…

Sobre las letras en papel
El papel tiene una influencia europea muy grande. El Camino de Santiago condicionó el elemento gráfico por las modas europeas. ¿Quién dio el verdadero impulso de las letras caligrafiadas antes de la imprenta? Fue la progresión europea que comenzó en el siglo XIII hasta el XVI con países como Alemania, Países Bajos, España o Italia. Fueron las relaciones comerciales lo que hace que las letras de varios sitios y los documentos circulen. No fueron los monjes. Los monjes lo que hicieron en la Edad Media fue la de estatificar, hacer permanente una línea gráfica desde el siglo V hasta el Renacimiento cogiendo un documento y copiándolo exactamente igual. Su labor fue preciosa, porque gracias a ellos nos llegaron cosas. Pero lo que es la evolución de la letra, los monjes no nos aportaron nada, aportaron los notarios, los comerciantes, los reyes y toda esa gente que escribía. Por ejemplo, Cervantes tiene una caligrafía preciosa, su letra es algo maravilloso. Y Lope de Vega también tiene una letra preciosa, igual que otros autores del siglo XIX y XX. Se hizo en Madrid una exposición en la Biblioteca Nacional sobre la letra, la firma de grandes autores y la evolución de la letra. Madrid tiene otra visión sobre este tema.

Aquí, en cambio, me da pena decirlo y lo digo bajito porque me da coraje, porque parece que esté tirando pedras contra los nuestros, contra nuestra casa, pero aquí hay mucha pobreza en ese sentido. Tenías que ver como en una ciudad pequeñita como Bourges, en el centro de Francia, tiene unos calígrafos jóvenes, que seguramente trabajan en otras cosas, quizás son profesores de matemáticas, de física, diseñadores, pero todas las tardes, de 5 a 9 van a una clase de caligrafía. Allí hay plumas, papeles, organizan exposiciones, recuperan técnicas como el carboncillo, acuarela y hay un ambiente tan bonito y tan creativo… Aquí non se hace nada, non hai ningún estímulo.


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