Diseñada por Adrian Frutiger en 1968, la OCR B se podría definir como la respuesta europea a la OCR A difundida en los Estados Unidos y considerada por los europeos, con una mayor tradición tipográfica, una caricatura de nuestro alfabeto. Está realizada bajo una retícula de 18×25 campos, casi 4 veces más fina que la de la OCR A, por lo que requería una capacidad de proceso mucho mayor para ser leída por una máquina. Spencer y Reynolds, en un artículo sobre legibilidad, consideran a la OCR B como un buen ejemplo de tipografía de palo seco legible “porque en ella se le da prioridad a lo humano”. Su construcción sigue las normas ISO 1073/II-1976 (E) y en 1973 se hizo estándar mundialmente.